21 de diciembre de 2012

Cagadas varias.

A.

Mi móvil suena a las siete de la mañana como alarma. Lo apago y me quedo en la cama. Ayer fue un día bastante aburrido. Quedé con mis amigas y luego pasé la noche con Carter y mi madre y Cecilio. Me pongo la falda del uniforme y me dirijo al baño para peinarme. Me cepillo en pelo y lo recojo en una trenza, unos mechones caen por mi cara. Bajo a desayunar. Mi madre me ha dejado preparado un chocolate caliente. Me lo tomo sola en la cocina ya que Carter no entra hasta las nueve y yo entro a las ocho. Me cepillo los dientes y luego me voy a la parada del autobús. Tarda poco en llegar. Dentro hay bastante gente. Me siento en uno de los últimos asientos y observo a la gente que hay al rededor. Unos estudiantes se me quedan mirando y me sonríen. Les devuelvo la sonrisa y se acercan.
-Hola, ¿cómo te llamas?
-A.
-Yo soy Joseph y él es Oliver.
-Encantada.
-¿Nos podemos sentar?
-Si os hace ilusión.
Se sientan en los dos de delante y se giran hacia mí.
-¿Cuántos años tienes?
-Dieciocho. ¿Vosotros?
Unos diecisiete como demasiado. La verdad, esta situación me hace gracia. Unos chicos que se me acercan mientras estoy en un puñetero autobús.
-Yo dieciséis y él quince.
Intento no reírme pero es que es imposible.
-Genial, yo creo que me bajo ya...
-Adiós guapísima.
Pongo los ojos en blanco y huyo de esos chicos. Voy hasta el colegio, donde están Bruce y Lily hablando.
-Uu.uu, ¿qué hay entre vosotros chicos?
-Nada, A, yo soy sólo para ti.- dice Bruce.
-¿Piensas qué yo tendría algo con éste?- se exalta Lily.
-Ya, claro, lo que digáis. ¿ Habéis visto a Chelsea?
-Tía, se ha muerto su abuelo y dicen que no está bien...
-¿¡Qué?!
¿Cómo se puede haber muerto su abuelo? No me ha dicho nada.
-Sí, sus padres se lo dijeron a los míos.
-¿Pero has hablado con ella?
-No, dicen sus padres que se ha pasado estos días sin comer y en el baño diciendo que quería estar sola.
Mi estómago se contrae, sé lo que está haciendo. Una amiga mía del otro instituto pasó por lo mismo. Ahora está muerta. La llamo instantáneamente. Me cuelga. Le envío un WhatsApp.

No me ignores. Tengo que hablar contigo.

Estoy asustada. No puede ser esto posible. Estoy tan agobiada que cojo un autobús directo a su casa. Mis piernas se mueven y mi corazón está acelerado. Llamo a la puerta. Nadie me abre. Estarán todos trabajando. Sé donde guardan la llave de repuesto. Saco uno de los ladrillos y cojo la llave. Abro. Subo las escaleras lo más rápido que puedo. Oigo ruido en el baño. Abro la puerta de golpe. Lo que pensaba.

-Quítate los dedos de la boca.
-No, ¿qué haces aquí? Deberías estar en clase.
-Como tú. Como no pares te juro que llamo a tus padres.
En ese momento se levanta de un salto.
-He perdido tres kilos. Puedo conseguirlo Annie. Ser delgada es lo único que quiero.
-Genial, pero no lo hagas así. Dieta y ejercicio es mejor.
-No, Annie. Tú eres perfecta. Rubia, guapa, delgada. Yo quiero ser tú.
-Chelsea, no soy perfecta. Tengo más defectos que tú.
-No, dime uno.
-Soy una guarra y lo sé.
-Annie, lo eres porque puedes. Yo no puedo.
-No, no lo soy porque puedo. Lo hago porque no tengo otra forma de estar con chicos.
-¿Qué?
-Todos se fijan en mi físico. No tengo otra forma de atraerles.
-No, Logan...
-Logan es mi amigo.
-Pero le gustas, y no sólo como amiga.
-Da igual. Chelsea, no quiero que lo sigas haciendo. Es malo. No lo hagas.
-Annie, cuando lo hago... me siento mejor, conmigo misma, con todo lo que me rodea y ya he perdido tres kilos. Sólo quiero pesar sesenta kilos. ¿Es tanto pedir?
-Chelsea. Yo he pasado por muchas cosas y si hace falta salgo contigo a hacer deporte. Pero no lo hagas.
Se queda callada. Yo tiro de la cadena y le preparo ropa de deporte.
-¿Para qué...?
-Vamos a irnos a hacer deporte. Ahora.
Saco de mi mochila mi chándal de deporte y me lo pongo. Ella también lleva el suyo y nos vamos en autobús a Hyde Park. Nos ponemos a correr. Yo podría correr más rápido pero Chelsea a penas puede seguirme el ritmo. Corremos durante unos tres cuartos de hora. Chelsea está roja y con la respiración entrecortada.
-Annie, no puedo más. - dice como puede.
-¿Vamos a por agua?
-Sí.
Vamos a un kiosko mientras nos dirigimos de nuevo al autobús para ir a casa y ducharnos. Cuando estamos andando hacía la parada un cochazo se para delante nuestro y sé quién es.
-Señoritas, ¿no deberían estar en clase?- dice Ronald bajando la ventanilla del coche.
-Puede. - respondo cortante.
-Señorita Annabelle, creo que si quiere hacer todo eso en la vida debería ir ahora a clase.
-Ronald, no me importa lo que me digas. No mandas sobre mí.
-Parece que no se ha levantado con muchas ganas, Annabelle.
-No, la verdad es que mi día no está yendo muy bien.
-¿Necesitan qué las lleve a algún sitio?
-Sí. - digo ya entrando en el coche.
Chelsea está parada. Está todavía roja. Y alucinando por lo que está pasando.
-Chelsea, ¿sube?- pregunta Ronald haciendo que Chelsea se despierte.
Chelsea sube. Estoy en el asiento de delante y Chelsea en el de detrás oliéndose el cuerpo.
-Oye, Ronald, ¿a ti te parece qué huelo mal?- le pregunto.
Su cara es de sorpresa pero después se acerca a mi cuello e inspira. Después sonríe y dice.
-No señorita. Huele como siempre.
Arranca el coche.
-¿Qué me has olido mucho?
Se ríe y yo con él.
-Dejó su olor en mis sábanas, señorita.
-¿Y huele bien?
-Por supuesto- dice entre risas.
-Entonces podría invitarme otra vez para dejar mi olor otra vez.
Chelsea está bastante sorprendida. Su cara continua como un tomate y sus ojos parecen de búho.
-Cuando lo deseé.
Madre mía. Me acaba de invitar a su casa. ¡Voy a tirarme a un chico mayor que yo!
-Guau, no pensaba que diría eso.
-Ni yo, señorita.
-Bueno, ¿me dices ya tú edad?
-Es muy insistente.
-Y lo puedo ser más.
-Veintiséis.
-Ocho años.
-Sí.
-Pues no eres tan viejo, eh.
-¿Cuántos años me echaba?
-Unos veinticinco.
-No se ha ido tanto.
-Ya, nos bajamos aquí. Gracias por hacer de taxista, otra vez.
-De nada Annabelle. Encantado de verla.
Le doy un beso en la mejilla como la otra vez y salgo del coche. Chelsea está fuera mirándome.
-¿Qué pasa?
-Annie, eso no ha sido normal...
-¿El qué?
-Que de repente le sueltes que quieres volver a su casa.
-Estábamos de broma Chels.
-Ese hombre es como Christian Grey.
-Vale, me da igual. ¿Nos vamos ya a clase?
No creo que Ronald sea como Christian Grey. No creo que sea tan raro. Pero me da igual porque lo único que haría es acostarme con él. Nos duchamos y nos cambiamos. Llegamos a la penúltima hora de clase. Lily nos mira rara, sobre todo a Chels, que su notable pérdida de peso hace que sea el punto de atención de hoy. Cuando acabamos no damos explicaciones de nada y me llevo a Chelsea a mi casa. Dejamos la mochila y nos vamos a apuntar a un gimnasio, se llama "Slim and Beauty", está a unos minutos de mi casa, vamos todos los domingos por la tarde y jueves.
La nieve cae posándose en mi pelo y en mis pestañas. Cuando llego a casa estoy helada. Y me tumbo al lado de la chimenea. Alguien me llama.
-A, ¿puedes venir ya?
-Logan, ¿a dónde?
-A mi casa, es que se ha adelantado.
-Vale, ahora voy.
Cojo dinero para el autobús y voy a casa de Logan. Estoy allí en veinte minutos. Llamo al telefonillo. Me abren y cojo el ascensor. Piso nueve. Me está esperando en la puerta.
-A, estás llena de nieve...- me dice espolsándome.
Me invita a entrar y paso. Dentro está un hombre de unos cuarenta años, su padre supongo y... madre mía, hoy no tengo la suerte de mi parte.
-Annabelle, no sabía que cantará- me dice Ronald sonriéndome-. Dos veces en un día, ya es pura suerte.
Muerdo mi mejilla desde dentro y fuerzo una sonrisa.
-¿Voy a cantaros?
-Sí, ¿le conoces?- pregunta distraído Logan mirando a Ronald.
-Sí, ¿por qué no me lo habías dicho?
-¿De qué? Tú canta.
-No te importa.
-Sí lo hace.
-Ejem, ejem. Logan, estamos esperando.- dice su padre tenso.
-Perdón, A, tienes que cantar una canción.
-¿Cómo? ¿Por qué?
-El señor Knoxville tiene una discográfica.
-Mi hermano, no yo. Yo sólo he venido porque sé más de música que mi hermano, por cierto, ¿tienen piano?- dice Ronald de repente.
-Sí, ¿por qué lo dice señor Knoxville?
-Annabelle lo sabe tocar muy bien.
-¿Cómo lo sabes?- responde Logan agitado.
-Porque lo toco en mi casa.
Joder, aquí hay demasiada tensión.
-¿Dónde está el piano? Así canto ya y me puedo ir. - digo tajante.
-Sígueme. -dice Logan enfadado.
En el salón hay un piano, no como el de casa de Ronald pero también genial.
-Bueno, ¿qué canto?
-Lo que quieras.
-Canta una difícil.- me susurra Logan en el oído.
-¿Una clásica?
-No, una nueva mejor- reprocha Logan.
Como siga así de insoportable le voy a pegar.
-¿La de "Wish you were here" de Avril Lavigne?
-La que quieras, Annabelle.- me intenta tranquilizar Ronald.
-Puf, vale.
Comienzo la canción en el piano y luego mi voz acompaña al piano. Lo hago lo mejor que puedo. Cuando he acabado Logan está impresionado y Ronald me aplaude y dice.
-Es genial señorita, creo que será estupendo grabar un disco con usted.
Me acabo de morir. Me acaba de decir que voy a grabar un disco. Lo único que soy capaz de hacer es saltar a dale un abrazo pero en seguida me aparto porque sé que Logan se va a enfadar.
-¿Viene el viernes a mi casa a firmar todo? y de paso deja su olor en las sábanas...
Logan frunce el ceño y sale de la habitación.
-Voy yo.- dice su padre.
-¿Qué le pasa a ese chico?
-Nada.
-Yo diría que le gustaría meterla en su cama, Annabelle.
-Ronald, mejor no hablemos de esto, me siento bastante incómoda.
-Como quiera, Annabelle. ¿Le acompaño a casa?
-Sí, por favor.
-No llevo coche, pero si quiere vamos andando.
-Ronald, son tres cuartos de hora andando o así.
-No me importa, señorita.
-Bueno, vale.
Salimos de la casa sin decir adiós. Me abre la puerta de la calle.
-Annabelle, es usted una chica muy talentosa.
-Gracias.
-¿Vendría a cenar conmigo esta noche?
Vale, ¿me acaba de pedir una cita?
-Mmmm, bueno, porque no. Espera que avise a mi madre.
Le mando un mensaje y Ronald me lleva a un restaurante muy rural. Nada lujoso, creo. Me ayuda a sentarme y se siente frente a mí.
-Está preciosa con el uniforme, Annabelle.
-Gracias. Tú también estás muy guapo con traje, aunque no estaría mal que no lo llevarás siempre.
-Annabelle, no suelo ir informal a cosas importantes.
-Bueno, ahora estamos cenando, podrías ponerte más informal.
-Esto es igual de importante que lo anterior.- dice ladeando la cabeza.
Me levanto y le quito la corbata. Le desabrocho uno de los botones de la camisa y le quito la chaqueta. Finalmente lo despeino.
-Así mejor.
-Supongo que gracias- dice con una sonrisa.- ¿Es también estilista?
-No, sólo de mis amigas.
-Annabelle, tengo que decirle una cosa. Es usted preciosa y me preguntaba si se quiere venir a cenar a mi casa y de paso a dormir - dice dándole énfasis a la palabra dormir.
Oh, no. Yo sé por donde va. No voy a mantener una relación con él. No.
-Ronald, yo... no quiero salir con nadie.
-¿Y eso, señorita?
-Mira, yo simplemente no quiero.
-Explíquese.
-Mira, es que no me quiero acostumbrar a tus besos, a tus abrazos, a tus caricias, a ti, porque sé que un día te cansarás de mí y te irás, y yo lo pasaré muy mal.
No sé como me suelto tanto pero las palabras me salen solas cuando hablo con él.
-Annabelle, yo nunca dejaría que lo pasara mal. Además pronto encontraría a un chico que la haría feliz.
-Bueno, pues no quiero.
-Bueno, pues nadie la obliga. Ha sido una proposición, duermo mejor cuando mis sábanas huelen a usted.
-Ronald yo...
-Por favor, si no quiere la dejaré en paz.
-Bueno, tengo que hablar con mi madre.
-¿Le va a decir qué te vas a dormir a casa de un señor ocho años más mayor que usted?
-No te llames señor, suena a viejo y no.
Llamo a mi madre.
-Mamá, esta noche no voy a dormir a casa.
-¿Por? ¿Estás con un chico?
Bufo.
-Sí, mamá, sí.
-Cielo, tienes que dormir.
-Mamá, voy a dormir. No te preocupes por eso.
-Hija...
-Mamá, no voy a hacer nada, es sólo dormir.
-Annie...
-Mamá, es gay. 
Le acabo soltando para que me deje en paz. Ronald me mira y se ríe.
-Oh, bueno, vale. Pásalo bien cielo. Y abrígate que estas noches de febrero está haciendo mucho frío. 
-Sí, mamá. Adiós, te quiero.
-Adiós hija, usa protección.
Y me cuelga. ¿No le he dicho qué era gay?
-¿Qué pasa Annabelle?
-Mi madre, que me ha dicho que use protección.
-¿Pero no era gay?
-Sí.
-Bueno, venga, vayámonos que tenemos que cenar.
Llama a un taxi, me abre la puerta del coche.
-Señorita.
-Gracias.
Paso y él pasa después. Sin decir nada el taxista arranca. 
-Annabelle, me gustaría saber más cosas sobre usted.
-Ya sabes muchas más cosas de mí que yo de ti.
-Hagamos un trato. Yo te hago un pregunta y usted me contesta y viceversa.
-Vale, empieza.
-¿Cuál es su mayor sueño?
-Pues, diría que tengo muchos.
-Responda.
-Pues cenar con mi padre el día de mi graduación.
-De acuerdo. Le toca.
-¿Cuántas novias has tenido?
Su cara esboza una sonrisa y dice.
-Serias, cinco. ¿Usted?
-Uno.
-¿Uno?
-Lo siento, pero ya me has hecho la pregunta ahora me toca a mí.
-Cierto.
-¿Cuántas chicas han estado en tu casa?
-En mi casa, cuatro contando con usted. ¿Cuándo se enamoró?
Me estremezco. No puedo contarle esto ahora. No quiero ponerme a llorar.
-Mejor que lo dejemos ya.
-Annabelle, ¿he hecho algo malo?
-No, es sólo que prefiero no recordar cosas
.-Como quiera, Annabelle. No quiero incomodarle pero quiero saber que le ha pasado para que no quiera tener ninguna relación seria, con nadie.
-Ronald, no quiero hablar de esto, por favor.
-Bueno, de acuerdo.
Lo que queda del trayecto estamos en silencio. Yo me contengo las lágrimas. Llegamos y él sale primero, me abre la puerta y me tiende la mano. Yo se la cojo y me empuja hacia él. Entramos. El vestíbulo, la verdad, es precioso. Nos metemos en el ascensor y continuamos en silencio. Llegamos a su piso y abre la puerta de su dúplex.
-En la cocina hay comida, cocina lo que quieras.
Bueno, Ronald se ha ido a su habitación y yo estoy aquí, en su casa. Se supone que tengo que ir a la cocina y no tengo ni idea de dónde está. Como tampoco sé cocinar cojo mi móvil y llamo a una pizzería. Pido dos pizzas de Jamón y queso. Mi preferida. Cuando baja Ronald y me ve le digo.
-Ya tenemos cena, no te preocupes. 
Frunce el ceño, pero en seguida sonríe de nuevo. Sus ojos azules oscuro me aterran, me siguen a todas partes.
-Annabelle. ¿No quiere qué le deje algo?
-Vale, yo elijo.
-Lo que usted diga.
Voy a su vestidor, que sí que sé donde está y me cojo una camisa blanca y unos pantalones de pijama, diferentes a los de la otra vez. Oigo el timbre y bajo corriendo, descalza.
-¡No abras!- le grito desde el principio de las escaleras.
Él se para en seco y deja que yo baje.
-¿Qué pasa Annabelle?
-Ve a la cama.
-Annabelle, ya le he dicho que íbamos a dormir.
-Oh, no lo digo por eso, es porque no sé ir a ningún otro sitio.
-Ah...
-Va, sube.Sube con pocas ganas y cuando veo que ya se ha metido en su cuarto abro la puerta.
-¿Han pedido unas pizzas?
-Sí, gracias -digo mientras le doy el dinero que he encontrado en el bolsillo de la camisa de Ronald.
Cierro la puerta y llevo las pizzas al cuarto. Ronald está tumbado en su cama con su portátil. Carraspeo y me mira.
-¿Pizza?
-Claro, está buenísima.
Me tiro en su cama a su lado y aparta el portátil.
-¿No cocina?
-No- digo cogiendo un trozo de pizza.
-Pensé que tenía más talentos que el de cantar y tocar el piano.
-Pues, bueno, no estás del todo equivocado.
-Señorita, ¿qué no me está diciendo?
 -Pues, que de mí no has descubierto todo.
-¿Es eso una invitación a descubrirlo?
-Obviamente.
-Pues me la guardaré, pero no creo que la use.
-Pues vaya mierda...
¿Es mi impresión o este viejo se está riendo de mí? Cojo el último trozo que queda de pizza y se lo estampo en la cara. Sus ojos se abren mucho y yo salgo corriendo. Bajo las escaleras con Ronald pisándome los talones. Me meto un cuarto. Es la cocina. Me meto en la despensa y cierro con llave.
-Señorita, esto lo va a pagar.
Salgo de la despensa pensando que me voy a tener que ir a casa, con la cabeza agachada.
-Perdón....-susurro.
Ronald saca su mano y me tira algo, agua, me ha tirado agua a la cara.
-Ale, ya puede ir limpiándome esto de la cara, Annabelle.
-Ya.... ¡Pues no haberme mojado!
-Tenía que devolvelserla, Annabelle.
-Ya, claro, y yo ahora estoy chopada.
Coge un paño de la encimera y me lo pasa por la cara, secando cada una de las partes de mi cara. Su cara y la mía están demasiado cerca, noto su aliento en mi boca. Le aparto la mano.
-¿Qué pasa, Annabelle?
-No quiero hacer esto.
-Annabelle, yo no quiero hacer nada.
-Bueno, pues...
-Pero me vas a tener que limpiar la pizza de la cara.
Vamos al baño y le limpio la cara.Sé lo que está pasando y no me gusta. No quiero que pase. No quiero, ya he tenido suficiente resistiéndome a Logan pero esto... Ya es demasiado.
-Ronald, no quiero salir contigo.
-Annabelle, nadie ha dicho nada de eso.
-Bueno, ya lo sabes.
-Señorita, ¿se puede saber por qué?
-No te conozco.- le digo sacando la lengua.
-Bueno, ¿y si seguimos con el juego?
-Perfecto. Empiece.
-¿Con cuántas chicas te has acostado?
-No las cuento sinceramente.
-¿Con cuántos años perdiste la virginidad?
-Annabelle, eso son dos preguntas.
-No evites contestar.
-Con catorce. ¿Usted?
-Catorce.
Cuatro años en verdad, pero no voy a entrar en ese tema.
-Me toca, ¿no?
-Sí.
-¿Me va a contar lo qué le pasó?
-Luego.
Subimos a su cuarto y nos tumbamos en la cama. Yo me meto dentro de la cama y él me mira apoyado en su codo.
-Annabelle, estoy muy intrigado. Cuentemelo.
-A ver, puf, cuando tenía catorce años un chico de dos años más me pidió salir y bueno, ya llevábamos tres meses, y me dijo que si quería acostarme con él, pero yo había...- las lágrimas nublan mi vista y Ronald me las limpia con su dedo índice- tenido malas experiencias antes y...
-Espera, ¿malas experiencias?
-Bueno, esto es que...
-¿Qué te pasó?
-Bueno, pues.... Joder...
Mis lágrimas ya me han empapado mejillas y cuello.  Él se mete en la cama y me recoge en su brazos. Yo me resguardo en su pecho y él huele mi pelo.
-Annabelle, no hace falta que me lo cuentes- murmura dentro de mi pelo.
-No, da igual, ya he empezado....Es que me violaron, con cuatro años y no...
-Por dios, Annabelle...
Sus brazos me recogen más fuerte y me aprietan contra él, me separo un poco.
-No quiero deprimirte, aunque supongo que ya lo he hecho....
-Annabelle, yo lo siento...
-Ronald, tengo que acabar la historia.
-De acuerdo, Annabelle.
-Bueno -respiro hondo-, le dije que lo haría y lo hicimos. Esa noche, ha sido la mejor de mi vida. Cuando... lo hicimos una vez, esta se repitió, muchas veces. Me llevaba a sitios raros, donde habían mucho alcohol, mucha... droga, muchas cosas impensables para una niña de catorce años. Me... me violó uno de sus amigos y me quedé embarazada. Tuve un aborto natural al mes lo que hizo que nadie se enterará. Un día me desperté en un... hospital. Estuve en coma cuatro días. Mi... mi novio me dejo una nota, tenía que ir a el antro donde siempre estaban y... cuando llegué estaba con todos sus amigos. Me pegó delante de ellos porque había entrado en coma y le había tenido preocupado durante esos días después... lo hicimos delante de sus amigos. Gracias a que me pegaba puedo hacer magia con el maquillaje. El día que hacíamos un año quedamos y cuando fui había graffity en el suelo. "Me ha encantado jugar contigo, me has hecho ganar doscientas libras. Sólo por enamorar a una niñata." Nos mudamos de Plymouth en cuanto se lo conté todo a mi familia y me hice la promesa de que jamás volvería a enamorarme y bueno, la estoy cumpliendo. 
En ese momento ya estoy desplomada otra vez en sus brazos llorando como una niña.
-Señorita, no sé como alguien puede ser tan cruel con una niña.
Meto mis heladas manos por dentro de su camisa y le abrazo, levanto la cabeza y sin querer mis labios rozan su cuello y noto su erección en mi vientre.
-Annabelle, lo siento...
Sé perfectamente a lo que se refiere pero me apetece jugar un poco con él. Paso mi pierna al rededor de las suyas.
-¿Qué pasa?
-Annabelle, no se haga la tonta.
-No me hago la tonta- digo acariciando sus cuello con mi nariz-. No lo sé.
-Annabelle, si sigues así...
-¿Cómo?
Le desabrocho la camisa.
-Annabelle, no vamos a hacer nada.
Mis manos van de su espalda a sus abdominales y los dibuja.
-No vamos a hacer nada...-susurro.
-Nada...- me dice él desabrochándome la camisa.
-No...
Sus labios y los míos se rozan pero se aparta.
-Nada.
Se pone bocarriba y yo me abrazo a él.
-Eres raro.
-¿Soy raro?- se ríe.
-Sí, aunque tampoco es que sepa mucho sobre ti.
-¿Qué más quieres saber?
-Pues quiero saber cosas, como por ejemplo... ¿tienes hermanos?
-Sí, cinco.
-¿Cinco? ¿Tantos?
-Sí, dos chicas y tres chicos.
-Osea, ¿sois seis?
-Exacto.
-Joder, yo sólo tengo un hermano.
-Bueno, se podría decir que no teníamos televisión en casa.
Estallamos en carcajadas y después de un rato me levanto de la cama.
-¿Vienes a tocar el piano?
-Por qué no.
Me levanto, llevo la camisa desabrochada así que se me ve el sujetador y él también lleva el torso desnudo. Vamos al estudio y me siento corriendo en el piano. Él me levanta y me carga a su espalda.
-¡¿Qué haces?!- grito.
-Señorita, no grite, sólo voy a apartarle para tocar yo.
Dios, este señor me empieza a dar miedo.
Me baja al suelo y se sienta él en el piano.
-Bueno, ¿y yo qué hago?
-Escuchar, señorita.
-Huy sí...
Salgo corriendo y bajo las escaleras, él viene detrás diciendo.
-Annabelle, ¡no corra qué se va a lastimar!
Yo salgo de la casa y me meto en el ascensor.
-Sh- oigo sisear a alguien del edificio.
 No sé que estoy haciendo pero no paro de reír. Llamo al piso más alto. Cuando ya estoy y las puertas se abren subo unas escaleras que llevan a la azotea. Una vez arriba voy a la barandilla y respiro aire fresco. Subo a la barandilla y me pongo de pie. Oigo mi nombre pero me evado. La camisa de Ronald se abre y siento el aire frío chocar contra mí.  De repente alguien me coge de las piernas y pego un grito. Ronald me está cogiendo en brazos, pálido, asustado. Sus profundos ojos azules desprenden miedo y noto el calor de su torso desnudo en mi costado.
-Señorita Annabelle, no vuelva a hacer eso, se podría hacer mucho daño- dice con la respiración entre cortada.
-No deberías ser tan cauto con las cosas. A veces estaría bien que te relajaras.
-Señorita, me sé relajar pero que una niña se suba a la barandilla de una azotea no es exactamente lo que me relaja.
-Oye, ¿de dónde eres? No eres de aquí, ¿verdad?
-No, no soy de aquí. Soy de Nueva York.
Mi corazón está a punto de estallar.
-¿E-eres de Nueva York?- tartamudeo.
-Sí, bueno, soy de Irlanda, pero vivo en Nueva York.
-Dios mío, vives en Nueva York.
-Annabelle, usted también irá este año.
-¿¡Cómo?!
-Obviamente, el disco se grabará allí.
-¿Es una broma?
-No, señorita.
-¿C-cuándo?
-En un mes, si todo sale bien.
¿Si todo sale bien? ¿A qué se refiere? ¿Qué puede salir mal?
-¿Qué tiene que salir bien?
-Mi hermano tiene que darle el visto bueno, pero viéndole no creo que sea problema.
-¿Por?
-Digamos que no es usted desagradable a la vista.
-¿Eso me lo tengo que tomar como un cumplido?
-Tomeselo como quiera. Creo que la voy a bajar al suelo, ¿le parece bien?
-No, no me parece bien. Aquí estoy perfectamente.
-Entonces no la puedo bajar.
-No -digo negando con la cabeza-. No puedes.
-La tengo que bajar a mi casa así.
-Sí, obviamente.
-Claro...-dice sonriendo.
Me baja a su casa y abre la puerta con el brazo cuidando que no me caiga.
-Bueno, ¿me vas a tocar el piano a qué?
-¿Te vas a volver a escapar?
-Bueno... pensándolo mejor podríamos tocar una canción juntos.
-Creo que esa es la mejor idea que ha tenido nunca, señorita.
-Bueno, he tenido otras ideas pero mejor no llevarlas a cabo...
Se para en seco y me baja, me agarra por la cintura y me acerca a él.
-Si haces eso te voy a...
Le cojo del pelo y traigo su boca a la mía. Apenas un para de milímetros nos separan.
-¿Me besarás?
-Sí, Annabelle- se separa-. Y tiene que irse a la cama.
-¿A la cama?-digo levantando una ceja.
-Sí, a dormir.
Me vuelve a coger en brazos y me lleva a su cuarto. Me tira a la cama y me arropa como si fuera una niña pequeña. Se tumba a mi lado.

CHELSEA

Puf, menudo fin de semana, mis vómitos diarios han hecho que adelgace cuatro kilos. Con la excusa de lo de mi abuelo he conseguido quedarme en casa, que a ver, no me estoy aprovechando de que mi abuelo se haya muerto para no ir a clase, es sólo que ver a Annie y a Logan juntos, tan monos, me puede, yo quiero un cosa así y si la encuentro seré feliz.
Mis padres están en el trabajo, mi hermana en clase, y yo en casa provocandome arcadas. Mi móvil suena y sin mirar quién es le cuelgo. Me voy a mi cuarto y me hago un moño. Mi madre me ha obligado a desayunar así que toca deshacerme de él. Me arrodillo en frente del vater y me digo en voz alta.
-Vale, esto te hace sentir mejor, no dañas a nadie, ni siquiera a ti.
Me introduzco los dedos en la boca y el vómito sale instantáneo.
-Quítate los dedos de la boca.
Me giro, Annie está ahí. ¿Cómo? ¿Por qué ella sabía que yo he estado haciendo esto?
-No, ¿qué haces aquí? Deberías estar en clase.
-Como tú. Como no pares te juro que llamo a tus padres.
¿Qué? ¿En serio me está diciendo esto?
-He perdido tres kilos. Puedo conseguirlo Annie. Ser delgada es lo único que quiero.
Cuatro kilos, mejor dicho.
-Genial, pero no lo hagas así. Dieta y ejercicio es mejor.
-No, Annie. Tú eres perfecta. Rubia, guapa, delgada. Yo quiero ser tú.
-Chelsea, no soy perfecta. Tengo más defectos que tú.
Ya, ella tiene más defectos que yo y yo soy la presidenta de Estados Unidos.
-No, dime uno.
-Soy una guarra y lo sé.
Yo quiero ser una guarra.
-Annie, lo eres porque puedes. Yo no puedo.
-No, no lo soy porque puedo. Lo hago porque no tengo otra forma de estar con chicos.
-¿Qué?
-Todos se fijan en mi físico. No tengo otra forma de atraerles.
Ya, como todas decís.
-No, Logan...
-Logan es mi amigo.
-Pero le gustas, y no sólo como amiga.
-Da igual. Chelsea, no quiero que lo sigas haciendo. Es malo. No lo hagas.
-Annie, cuando lo hago... me siento mejor, conmigo misma, con todo lo que me rodea y ya he perdido tres kilos. Sólo quiero pesar sesenta kilos. ¿Es tanto pedir?
-Chelsea. Yo he pasado por muchas cosas y si hace falta salgo contigo a hacer deporte. Pero no lo hagas.
Has pasado por muchas cosas, y no las sé.
Trae mi ropa de deporte. ¿Qué pretende?
-¿Para qué...?
-Vamos a irnos a hacer deporte. Ahora.
Nos cambiamos y vamos a correr. Puf, Annie está hecha toda una corredora, no puedo prácticamente ir ni a su lado. Respiro por la boca porque siento que no cojo suficiente aire. Vamos a por unas botellas de agua y  una BMW, el del señor Knoxville, lo sé.
-Señoritas, ¿no deberían estar en clase?- dice el señor Knoxville levantando una ceja.
-Puede.
Vaya, que borde se acaba de poner Annie.
-Señorita Annabelle, creo que si quiere hacer todo eso en la vida debería ir ahora a clase.
Hola, yo también estoy y tal...
-Ronald, no me importa lo que me digas. No mandas sobre mí.
Con que se llama Ronald (un nombre horrible por cierto).
-Parece que no se ha levantado con muchas ganas, Annabelle.
¿Le está llamando Annabelle?
-No, la verdad es que mi día no está yendo muy bien.
Me da la leve impresión de que se refiere a mí porque me mira de reojo.
-¿Necesitan qué las lleve a algún sitio?
-Sí.
Annie se sube al coche. ¿En serio me voy a subir al coche de un desconocido? Es peligroso y es más, no tengo ni idea de como se llama.
-Chelsea, ¿sube?
Me encuentro sus ojos azules expectantes y subo. Me siento en la parte de atrás.
Dios, seguro que huelo a humanidad...
-Oye, Ronald, ¿a ti te parece qué huelo mal?- pregunta Annie acercándole el cuello a Ronald
-No señorita. Huele como siempre.
¿En serio?
-¿Qué me has olido mucho?
Ambos rien. Madre de Dios, ¿Annie está ligando con él?
-Dejó su olor en mis sábanas, señorita.
-¿Y huele bien?
-Por supuesto
-Entonces podría invitarme otra vez para dejar mi olor otra vez.
Mis ojos se abren más de lo que ya estaban, ¿se han dado cuenta de qué estoy aquí?
-Cuando lo deseé.
¡¿Cómo?!
-Guau, no pensaba que diría eso.
-Ni yo, señorita.
-Bueno, ¿me dices ya tú edad?
Yo no sabia ni su nombre...
-Es muy insistente.
-Y lo puedo ser más.
Será mejor que no lo ponga en duda...
-Veintiséis.
Mucho.
-Ocho años.
-Sí.
-Pues no eres tan viejo, eh.
No, él no es viejo para ti Annie, que va...
-¿Cuántos años me echaba?
-Unos veinticinco.
-No se ha ido tanto.
-Ya, nos bajamos aquí. Gracias por hacer de taxista, otra vez.
-De nada Annabelle. Encantado de verla.
Annie le da una beso en la mejilla mientras yo ya estoy fuera esperándola. 
-¿Qué pasa?
¿Qué qué pasa? Pues mira, estás tonteando con un tío con el que te llevas OCHO AÑOS, y para colmo me recuerda a Christian Grey y tú le dejas que te llame Annabelle, cosa que no le has dejado hacer ni a los profesores.
-Annie, eso no ha sido normal...
-¿El qué?
-Que de repente le sueltes que quieres volver a su casa.
Entre otras cosas...
-Estábamos de broma Chels.
Y una mierda.
-Ese hombre es como Christian Grey.
-Vale, me da igual. ¿Nos vamos ya a clase?
Pues a mi no, me gustaría poder decírselo pero va a pasar de mi cara, así que paso. Vamos al instituto donde atraigo todas y cada una de las miradas. Mi mañana se acaba basando en un motón de: "Chelsea, te ves más delgada" o miradas descaradas y ceñudas. Annie y yo nos apuntamos a un gimnasio y después yo me voy a casa. Cuando llego mi hermana está con me padre y las matemáticas. Mi madre está haciendo la cena. Puf, no tengo ni hambre. Me como un par de cucharadas de la sopa y luego voy a mi cuarto. Son todavía las ocho y media.
No he pensado en lo que me ha dicho Annie, sé que a lo mejor debería dejar de vomitar pero es que es la mejor forma para adelgazar que he encontrado. No me quiero hacer bulímica así que lo dejaré unas semanas y sólo lo haré si tomo comida basura. Vale, puedo conseguirlo no puede ser tan difícil, mucha gente lo ha logrado. Me ducho y me voy al salón con mi familia. Mis padres hoy están contentos porque mi hermana ha sacado un ocho. Mi hermana últimamente como más centrada y más... pava. Así que decido que voy a interrogarla. Cuando se va a su cuarto voy detrás de ella.
-Jane.
-Dime Chels.
-¿Ha habido un cambio nuevo en tu vida?
Se lo está pensando y me preocupa un poco...
-Bueno...
-¿Bueno qué? Jane, puedes confiar en mí. No se lo voy a decir a papá y mamá.
-Tengo novio...
¿¡Qué tiene qué?! ¡Sólo tiene catorce!
-¿C-c-cómo se llama?
-James.
Mira, J y J...
-¿Y... cuántos años?
-Dieciocho.
-Espera, ¿estás saliendo con el de mi clase?
-Sí...
La mato.
-Es guapo...
-Ya...- se sonroja.
-Bueno, mañana hablamos...
Me voy a mi cuarto. No puedo creer que mi hermana salga con uno de cuatro años más, todos sabemos que este chico no va a estar mucho tiempo si pedirle a mi hermana ciertas cosas...

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